No era exactamente así, creo, pero dicen que aquel que él mismo se corta el pelo, buena melena se deja. Por lo tanto el hecho de mi pequeña y humilde participación en el II encuentro Andaluz de Educación Vial, unido al cariño recibido por parte de sus organizadores y resto de colaboradores, hace difícil la tarea de la imparcialidad. No obstante intentaré ser lo más honesto posible con lo que he visto y oído estos días en Isla Cristina.
En ocasiones, la palabra payaso, se emplea para designar a alguien de una forma despectiva o vejatoria, mucho más bonita es cuando se emplea para denominar a alguien que es capaz de hacer reír a los demás. No es la primera vez y seguro no será la última que queda patente que los recursos que podemos utilizar para enseñar son ilimitados, todo depende de nuestra imaginación. Música, canciones, muñecos, marionetas, bailes, juegos, incluso podemos hacer el payaso, sí, todo vale con el fin de que los niños aprendan disfrutando, pero lo más bonito de todo es que ellos están convencidos, se lo creen, hasta tal punto que hacen que surja la magia, brote de entre las baldosas, cubra todo el recinto y nos inunde a todos, niños y adultos, hinchemos nuestros pechos de felicidad y creamos de verdad en la posibilidad de un mundo mejor, son vendedores de sueños, Piterpanes de una era moderna que con su magia, luchan contra el Capitán Garfio para conseguir que todos, todos, los niños vuelvan a casa sanos y a salvo. Dos veces he tenido la oportunidad de formar parte de esta familia de “Payasos” y nunca estaré suficientemente agradecido.
Pero, no sólo de pan vive el hombre, como no todo son muñecos, canciones y baile, para dar una vuelta de tuerca más, los expertos en dejar la piedra encima de tu tejado, nos hacen debatir sobre la importancia de enseñar valores o por el contrario la educación en normas será el paso definitivo para reducir los siniestros viales, por otro lado que aspecto es más importante en el proceso de enseñanza – aprendizaje, enseñar o aprender, y por supuesto que también hay quien llega a nosotros a través de los sentimientos, del corazón, de la empatía.
Que duda cabe que si no se quiere aprender es muy difícil enseñar, pero acaso no aprende aquél que no quiere, incluso sin percatarse de ello, observando las conductas de los demás, posiblemente el debate me venga hasta gordo, pero siempre he creído que tanto monta, monta tanto, y que si colocásemos el aprendizaje y la enseñanza en cada plato de la balanza, ésta se equilibraría.
¿Quién nos tiene que enseñar las normas? por primera vez desde que comencé mi camino en la Educación Vial he escuchado, dicho sin acritud que conste “las señales que se las enseñen sus padres o ya las aprenderán en la escuela” nosotros enseñemos valores. La verdad es que la idea seduce, si aprendemos valores, éstos nos servirán en todos los momentos de nuestra vida, con lo cual se mejoraría la convivencia en general entre las personas; al final, de una forma u otra, volvemos a querer un mundo mejor; ahora bien, digo yo, que esto ya no se podría llamar Educación Vial, ¿no?
Un cambio en la sociedad, en la forma de convivir, que el hombre deje de ser un lobo para el hombre como defendía en el siglo XVII Thomas Hobbes, lo que nos demuestra también que el tema viene de largo. Sobre todo debe primar el respeto por el otro, aún sin estar de acuerdo con él.
Es verdad que existe un Virus Vial que convierte en loco al que se contagia, el trabajo es duro, las ilusiones grandes, las esperanzas muchas, no obstante creo que debemos avanzar, Suave Suavecito- despa despacito, y sin dejar nadie atrás, que en esto de la Educación Vial ya hemos dicho siempre que lo importante es sumar. Y recuerde que su mundo cambia cuando usted cambia.
Bernardo Álvarez Muyño.
Policía Local de Villanueva de Córdoba.
ATESVAN